dijous, 10 d’agost del 2017



J. L. Pitarch / J. L. Pitarch, vidas paralelas

El exmilitar de la UMD y el exalcalde de Silla, articulistas en la prensa, arrastran años de confusiones por llamarse casi igual

Paco Cerdà. Entrevista publicada a Levante-EMV el dia 07.08.2017 |
 
Es frecuente compartir nombre y apellido con otra persona, pero repetir también la edad, profesión y presencia pública en la misma prensa es lo que ha generado situaciones curiosas a esta pareja de «xiquets de posguerra» dispuestos, con humor, a deshacer equívocos.
Plauto, Molière, Shakespeare, Wilde, Cortázar, Borges o Saramago: el tema del doble en la literatura y el efecto cómico o desconcertante de las equivocaciones que suscita es un clásico de las letras. «Pero esto no da para una novela; solo para un artículo como el que tú vas a escribir», lanza con su sorna habitual Josep Lluís Pitarch. Enfrente lo mira José Luis Pitarch. Ambos tienen 75 años, barba cana y gafas. Los dos llevan décadas escribiendo artículos en la prensa valenciana. Los dos han participado en política. Los dos han sido profesores de la Universitat de València. Y los dos han sido víctimas, en múltiples ocasiones, de la confusión y las equivocaciones. Del gato por liebre. Del J. L. Pitarch por el J. L. Pitarch. Un lío casi inevitable en dos vidas paralelas que en apariencia –solo en apariencia– presentan rasgos tan distintos.
José Luis Pitarch, el militar, fue el rostro visible de la Unión Militar Democrática (UMD) en tierras valencianas hasta que el capital general golpista Milans del Bosch lo depuró en 1978 y lo mandó al destierro de Madrid por su fama de «peligroso» y su liderazgo sobre los militares demócratas en los cuarteles valencianos. Hijo de militar que luchó por el bando franquista en la Guerra Civil, J. L. Pitarch quedó fascinado de pequeño cuando vió a su hermano Vicente (siete años mayor) calzarse las botas altas y vestirse de cadete. Él quería ser lo mismo. Así ingresó en la Academia Militar de Zaragoza y acabó de comandante de caballería con varios hitos a sus espaldas cuando descubrió que la vida castrense no era solo calzar unas botas altas: estuvo encarcelado en dos prisiones militares por haber escrito artículos en prensa poco después de la muerte de Franco y presentó el primer recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional por un tema militar. Estudió las carreras de Derecho y Ciencias de la Información, terminó como profesor de Derecho Constitucional en la Universitat de València y fue candidato al Senado y al Congreso por Izquierda Unida en 2000 y 2004, respectivamente.
«A mí, que soy antimilitarista y nacionalista, me hubiera encantado acojonar al Ejército español como hizo él», suelta Josep Lluís Pitarch, el otro Pitarch. Nacido en Albal, Josep Lluís Pitarch recuerda su mili. Estaba el último de la fila y tuvo que rellenar una ficha el primer día como recluta en Paterna. «Religión: ateo; Lengua: catalán; Profesión: aqueólogo». El sargento se sulfuró. Fue llevado ante el general, que le cogió cariño por su afición compartida a la arqueología. Josep Lluís procedía de una familia muy modesta. Eran vecinos del cura, se había hecho monaguillo y, para disgusto de su iaio paterno, pasó tres años en el seminario de Moncada hasta que a los quince salió de allí asqueado, «con gran escándalo local» y mucho alivio de su abuelo.
Luego estudió Filosofía y Letras en La Nau y se hizo profesor. Primero, en un instituto de Silla, donde fue depurado en 1973 junto a ocho docentes: todos fueron expulsados por apoyar a una profesora ligada al Partido Comunista. Pasó por Acció Cultural, por el gabinete de enseñanza de valenciano de la primera Generalitat y, finalmente, logró plaza de profesor de Filología Catalana en la Universitat de València. En el plano político fue alcalde de Silla (2003-2007) con el Bloc y gracias a un singular pacto a cuatro: Bloc, PP, UV y EU. Los lectores de Levante-EMV lo conocen bien por llevar 6.231 crucigramas en Panorama.
Las confusiones, la última de las cuales aconteció hace menos de un mes con la foto del Pitarch militar en un artículo firmado por el Pitarch exalcalde (ha ocurrido tantas veces...), han sido variadas. «Cuando el otro Pitarch iba en listas de Izquierda Unida, me llamaban conocidos míos para llamarme chaquetero porque yo era del Bloc y pensaban que me había cambiado», dice. Al militar antifranquista le pasaba algo parecido: «Ahora se ha hecho nacionalista», comentaban algunos con sorpresa al «leerlo». Los dos eran profesores en la Universitat y muchos alumnos han enviado trabajos de Constitucional al correo electrónico del profesor de Filología y al revés: solo una «p» diferenciaba su dirección electrónica. Quizá la anécdota más graciosa fue cuando llegó el hermano pequeño de Josep Lluís a la mili en Canarias. El sargento, al pasar lista y ver el apellido y la procedencia, le preguntó si conocía a José Luis Pitarch de València. «¡Es mi hermano!», respondió. Le cayó una reprimenda tremenda y se pasó un día limpiando y haciendo las peores tareas. Al llamar y contárselo a su hermano, Josep Lluís Pitarch captó el equívoco: aquel sargento carca creía que era hermano del militar de la UMD y quería vengarse en la piel del recluta. Una llamada de teléfono deshizo el entuerto.
A ambos los hermanan la sangre caliente, el republicanismo (cada uno de su república), el compromiso, la represalia sufrida y la ruptura con un padre militar franquista y otro padre conservador y de misa. Jamás se han molestado por las confusiones. «Para mí ha sido como una doble vida», dice Josep Lluís. El otro Pitarch sonríe y apunta a otra similitud: aunque estuvieran encarrilados a un destino marcado (un Ejército dictatorial, el seminario), «un proceso de concienciación progresiva por la funesta manía de pensar» los desvió de la senda, señala. Manía de pensar... y de replicar. En un examen de Política en Bachiller, el profesor preguntó a Josep Lluís Pitarch por qué no había pertenecido a la franquista Organización Juvenil Española (OJE). «Porque mi abuelo era ateo», respondió. «¿Y si tu abuelo hubiera sido un hijo de puta, tú qué habrías sido?», inquirió el maestro facha. «Posiblemente de la OJE», replicó Pitarch.